Cuando una compañía decide crecer, enfrenta una elección que lo cambia todo: ¿pone más capital propio sobre la mesa o pide prestado? Esa decisión —emitir acciones o asumir deuda— define el riesgo, la rentabilidad y el control.
Pero el verdadero problema aparece cuando el capital se malgasta. Porque si una empresa gana menos de lo que le cuesta financiarse, destruye valor aunque muestre utilidades.
Saber leer esa diferencia —entre lo que rinde (ROIC) y lo que cuesta (WACC)— puede cambiar tu forma de invertir. Y hacerte pasar de buscar precios “baratos” a entender negocios bien construidos desde la base.