El origen de una filosofía que trasciende décadas
En un mundo de ciclos financieros, burbujas especulativas y tecnologías disruptivas, muchos se preguntan: ¿qué puede enseñarnos un inversor nacido en 1894 sobre los mercados modernos? La respuesta es mucho. Benjamin Graham, conocido como el “padre de la inversión de valor”, no solo sentó las bases de una disciplina que perdura hasta hoy, sino que también inspiró a figuras clave como Warren Buffett. Su legado no es una estrategia congelada en el tiempo, sino una forma de pensar, una mentalidad de inversor, que sigue siendo fundamental en un entorno cada vez más volátil y emocional.
¿Quién fue Benjamin Graham?
Imagina que estás conversando con un amigo que quiere aprender a invertir, pero no sabe por dónde empezar. Le preguntas: “¿Conoces a Benjamin Graham?” y te mira con cara de “¿Quién?”. Ahí es cuando sabes que tienes la oportunidad perfecta de explicarle algo que puede cambiar su manera de pensar para siempre.
Benjamin Graham no fue un millonario excéntrico ni un personaje de Wall Street con frases rimbombantes. Fue un académico brillante, inmigrante, que vivió los estragos de la Gran Depresión y decidió que debía existir una forma más racional de invertir. No una que dependiera de predecir el futuro, sino de analizar el presente con cabeza fría.
Enseñó en la Universidad de Columbia, escribió el influyente libro The Intelligent Investor y, sobre todo, dejó una huella profunda en quienes entienden la inversión como una disciplina y no un juego de azar. Su mayor alumno, Warren Buffett, dice que el 85% de su filosofía viene directamente de Graham.
¿Por qué importa esto para ti? Porque Graham no te dice en qué invertir, sino cómo pensar. Él propone una mentalidad basada en el análisis del valor intrínseco, la disciplina frente al riesgo y la importancia de no seguir a la multitud. En un mundo lleno de modas financieras, eso es oro puro.
En Mentalidad de Inversionista hablamos seguido de rentabilidad real, no ilusoria, de margen de seguridad y de mirar las empresas como negocios, no como tickers. Todo eso se lo debemos, en parte, a Graham.
Como decía él mismo: “La inversión inteligente no es un arte; es una ciencia basada en principios lógicos y verificables.” ¿Y tú? ¿Estás invirtiendo con método o con impulsos?
El Margen de Seguridad: El corazón de su filosofía

Supongamos que vas a construir una casa en una zona sísmica. ¿Le pedirías al arquitecto que la diseñe para resistir *justo* el sismo promedio? Probablemente no. Le pedirías que soporte mucho más, “por si acaso”. Esa es la lógica del margen de seguridad: una reserva que protege tu inversión de lo inesperado, del error humano y de la incertidumbre del mundo real.
Benjamin Graham usó este concepto como columna vertebral de su filosofía. Sabía que cualquier estimación del valor intrínseco de una empresa tiene imprecisiones. Que no tenemos control sobre el riesgo sistémico, las decisiones políticas o los eventos extraordinarios. Por eso recomendaba comprar acciones solo cuando el precio del mercado estuviera sustancialmente por debajo del valor que uno calculaba: para tener un colchón frente al error o a la mala suerte.
Para un inversionista a largo plazo en Chile, este principio es especialmente relevante. En un país con ciclos económicos marcados, alta sensibilidad a los commodities y fluctuaciones políticas importantes, tener un margen de seguridad en cada inversión no es ser conservador: es sentido común. Es lo que diferencia una compra impulsiva de una decisión racional.
En Mentalidad de Inversionista solemos hablar de oportunidades que surgen cuando el mercado sobrerreacciona: caídas temporales, noticias mal interpretadas, cambios regulatorios que asustan a todos. En esos momentos, el margen de seguridad no solo protege tu capital; te da también la tranquilidad para actuar cuando otros dudan.
Como decimos entre quienes seguimos a Graham: invertir sin margen de seguridad es como manejar sin cinturón en una carretera mojada: puede ir bien, hasta que no.
Mr. Market: Una metáfora para entender la psicología del inversor

¿Has tenido un compañero de trabajo que cambia de humor todos los días? Un lunes está eufórico y compra café para todos, y al martes siguiente no saluda ni al jefe. Bueno, eso es el mercado. Y Benjamin Graham lo resumió mejor que nadie con un personaje: Mr. Market.
La idea es simple, pero poderosa. Mr. Market es tu socio en un negocio. Cada día toca tu puerta y te ofrece comprar o vender su parte. El problema es que está gobernado por emociones, no por razones. Algunos días se entusiasma tanto que pone precios ridículamente altos. Otros días se hunde en la depresión y regala su parte casi a cualquier precio.
¿Qué harías tú? ¿Aceptarías su oferta cada vez? Graham te dice: no. Más bien, observa a Mr. Market. Usa su locura a tu favor, pero no caigas en su juego. Porque si tú reaccionas igual que él, terminas vendiendo barato cuando hay pánico y comprando caro cuando hay euforia. Y esa es la receta para el desastre financiero.
En nuestro blog, cuando hablamos de precio vs valor, o de caídas en el IPSA sin cambios fundamentales reales, estamos conversando con Mr. Market. No para seguirle la corriente, sino para encontrar oportunidades que él mismo ni siquiera ve.
Howard Marks, otro gran pensador de mercados, dice que la mayor ventaja del inversionista es su comportamiento. Y entender a Mr. Market es empezar a tener ese control emocional. Porque en la bolsa, como en la vida, no siempre hay que reaccionar. A veces, simplemente hay que esperar.
Dato curioso: Warren Buffett dice que uno debería estar feliz cuando el mercado cae, no asustado. Porque es ahí donde Mr. Market deja de vender champaña… y empieza a ofrecer gangas.
La inversión defensiva: Para quienes no quieren (ni deben) complicarse

“Yo no tengo tiempo para estar revisando la bolsa todos los días.” “No me interesa hacerme rico rápido, solo quiero que mis ahorros crezcan sin sobresaltos.”
¿Te suenan frases como estas? Si es así, Benjamin Graham te tenía en mente. Él proponía un camino para personas como que piensan así: la inversión defensiva. No se trata de esconder la plata bajo el colchón, ni de rendirse a la inflación. Se trata de una estrategia pensada para quienes quieren invertir sin estrés, sin fórmulas complicadas ni apuestas arriesgadas.
En sencillo: el inversor defensivo quiere dos cosas muy razonables —proteger su capital y obtener una rentabilidad estable en el tiempo. ¿Cómo lo hace? Manteniéndose alejado de las modas especulativas, diversificando bien y eligiendo instrumentos simples pero confiables. En Chile, eso podría traducirse en una mezcla equilibrada de depósitos a plazo en UF, fondos Money Market (de bajo riesgo y alta liquidez), y una pequeña exposición a algún índice bursátil como el IPSA, idealmente a través del ETF con menores costos de administración que puedas encontrar.
¿Y qué no hace un inversor defensivo? No intenta ganarle al mercado. No persigue la acción del momento. No invierte en algo que no entiende. Como dice Graham, su objetivo no es hacer más dinero, sino perder menos. Y créeme: en inversiones, eso marca toda la diferencia en el largo plazo.
En nuestro blog insistimos en la importancia del horizonte de inversión y de conocerse a uno mismo. La inversión defensiva no es para cobardes. Es para quienes entienden que la calma, muchas veces, le gana a la brillantez.
El inversor emprendedor: más trabajo, más oportunidades

Si el inversor defensivo es alguien que quiere invertir sin complicarse demasiado, el inversor emprendedor es todo lo contrario. Este perfil, según Graham, está dispuesto a dedicarle tiempo, energía y análisis riguroso a la búsqueda de oportunidades de inversión. No busca ganarle al mercado con suerte, sino con estudio.
Pero ojo: no se trata de alguien impulsivo ni apostador. Todo lo contrario. El inversor emprendedor aplica los mismos principios que el defensivo —margen de seguridad, valor intrínseco, disciplina emocional— pero va más allá en su nivel de compromiso. Revisa balances, estudia sectores, compara empresas, y actúa solo cuando encuentra valor real a precios atractivos.
En el contexto chileno, podrías pensar en alguien que sigue de cerca empresas del IPSA, analiza sus reportes trimestrales, investiga sus estructuras de capital y toma decisiones propias sin dejarse llevar por titulares. También puede mirar fuera de Chile, buscando empresas internacionales poco seguidas o sectores ignorados por el mercado.
Este tipo de inversionista necesita tener conocimiento, sí, pero sobre todo necesita tener paciencia. Porque muchas veces deberá esperar meses —o incluso años— para que el mercado reconozca el valor que él ya vio. Como diría Howard Marks, “la mayor parte del tiempo, los precios no reflejan el valor real, sino el estado de ánimo del momento”. Y el inversor emprendedor actúa cuando detecta esa desconexión.
¿Todavía importa Benjamin Graham en 2025?

Vivimos en una época donde las noticias financieras se renuevan cada minuto, los influencers de TikTok dan consejos de inversión y la inteligencia artificial promete elegir portafolios mejor que cualquier humano. En ese contexto, puede sonar anticuado hablar de un señor que escribía con máquina de escribir en los años 40. Pero si alguna vez hubo un momento en que Benjamin Graham se vuelve relevante… es ahora.
En medio del exceso de información, Graham ofrece algo escaso y valioso: criterio. Sus enseñanzas no se basan en fórmulas mágicas ni en predecir el futuro, sino en observar la realidad con sentido común. Nos recuerda que invertir no es adivinar qué acción va a subir mañana, sino construir una estrategia que funcione durante años, incluso décadas.
En Mentalidad de Inversionista lo repetimos una y otra vez: lo importante no es lo que está de moda, sino lo que tiene fundamento. Y eso se ve en conceptos como el margen de seguridad, el valor intrínseco, la rentabilidad ajustada al riesgo y la importancia de mantener un horizonte de inversión claro.
Graham no te dice qué acción comprar, pero te enseña cómo pensar. Y eso no caduca. En un mundo que premia la inmediatez, su filosofía es un acto de resistencia. De mirar menos el celular y más los estados financieros. De no correr tras las luces del mercado, sino de entender qué hay detrás de cada empresa en la que pones tu dinero.
¿Sabías que? Cuando le preguntaron a Warren Buffett cuál fue el mejor consejo que recibió en su carrera, respondió: “Compra negocios, no acciones”. Ese consejo venía de Graham. Y sigue siendo una brújula confiable en tiempos de tormenta.
Un legado más vigente que nunca

En un mundo donde lo urgente muchas veces eclipsa lo importante, donde las inversiones se miden en likes o en rentabilidad semanal, el pensamiento de Benjamin Graham brilla como un faro antiguo, pero tremendamente vigente. No es moderno ni espectacular. Pero funciona. Y eso, en el largo plazo, es lo único que realmente importa.
Graham no nos dejó recetas, nos dejó principios. Nos enseñó que invertir no es adivinar el futuro, sino entender el presente. Que no hay que ser el más rápido ni el más inteligente, sino el más sensato. Y que los mayores errores en finanzas no vienen de no saber… sino de no tener claridad para decidir.
Ya sea que elijas el camino del inversor defensivo, tranquilo y sistemático, o el del inversor emprendedor, analítico y comprometido, lo esencial es que tomes decisiones con criterio propio, alejándote del ruido y acercándote a lo que realmente entiendes. Esa es la esencia de la mentalidad de inversionista: actuar con paciencia, humildad y convicción.
Graham no está de moda. Pero nunca pasó de moda tampoco. Está en cada decisión bien pensada, en cada acción comprada con margen de seguridad, en cada vez que eliges el largo plazo por sobre la tentación inmediata.
Y quizás esa sea su verdadera enseñanza: en un mundo que corre, la sabiduría está en saber detenerse… pensar… y luego, recién ahí, invertir.
Nada de lo escrito aquí constituye asesoría de inversión. Haz tu tarea, duda de los consejos gratuitos y piensa a largo plazo.
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